El 65% de las tejedoras con las que trabajo, son analfabetas, no tuvieron de niñas la oportunidad de estudiar, no porque no quisieran, sino porque donde viven en su comunidad altoandina, el colegio más cercano, cuando ellas eran niñas, quedaba a 5 horas en auto. Y por supuesto tenían otras laborales domésticas que atender, entre ayudar a criar a sus hermanos, cuidar el ganado, sembrar y sobrevivir entre condiciones climáticas intensas sin luz ni infraestructura adecuada que las ampare…. Pura sobrevivencia y gran fortaleza interna.
Algunas de ellas tienen mi edad y son mis amigas, a través de nuestro vínculo pude aprender a desarrollar la paciencia, a valorar más la naturaleza, a contemplar lo hermoso de lo simple, a verme a través de sus ojos y que ellas puedan también verse a través de los míos… sin prejuicios, sin diferencias, simplemente así como somos y generar ese espacio llamado «confianza» que hace que por más que no hablemos el mismo idioma, nos podamos comunicar gracias a esas ganas que tenemos de hacer cosas juntas.
¡Qué cada día que venga se logren más pasos en pro de las mujeres del mundo!
Estén donde estén; en una empresa, en una montaña, en su casa, en cualquier rincón del planeta tierra … que nuestros derechos y nuestras voces no se silencien, sino que se fortalezcan para promover un salto evolutivo hacia un mundo más justo, más digno, más inclusivo, más respetuoso entre seres humanos.
Nos falta mucho todavía, algunos datos referenciales
Fuente ONU – Publicación BBC News